El 14 de noviembre de 1893 nació en Montela (Italia) la asesina en serie más peculiar y escalofriante de la historia italiana, en pleno auge de la segunda guerra mundial.
INFANCIA SUICIDA
Desde el momento de su nacimiento, Leonarda sufrió las agresiones y desprecios de una madre que la odiaba por ser producto de una violación. El profundo daño causado por la falta de amor la llevó en varias ocasiones a intentar quitarse la vida cuando aún era una niña. Comenzaba a gestarse un perfil psicológico cuya base de fondo se centraba en el abandono y la soledad.
LA MALDICIÓN DE SU MADRE
En 1927 se casó con un funcionario de correos en contra de la voluntad de su madre, que tenía en mente casarla con un primo. Leonarda desobedeció y su madre la maldijo para el resto de su vida.
La maldición pareció empezar a cumplirse desde el primer momento. El matrimonio no pudo establecerse en ningún lugar debido a las diferentes tragedias que se fueron sucediendo. El marido se volvió alcohólico, abandonó su trabajo , fue acusado de fraude y encarcelado. Cuando cumplió condena, se trasladaron a otra ciudad, pero un terremoto destruyó su casa y se mudaron a Correggio.
OBSESIÓN SUPERSTICIOSA
El peso de la maldición materna hizo que frecuentase numerosos videntes con el fin de que pudieran revelarle su futuro para constatar si se cumpliría la profecía. Y parecía que así iba a ocurrir, ya que le vaticinaron que se le morirían sus hijos y ella acabaría internada en un hospital para enfermos mentales.
UNA VECINA EJEMPLAR
La vida de Leonarda parecía no poder estabilizarse, la profecía seguía cumpliéndose. Su ansia de llenar el vacío en el que se había desarrollado toda su infancia, le llevó a intentar crear su propia familia. Sin embargo, pese a quedar embarazada 17 veces, perdió a 13 hijos: 3 abortos y 10 muertos en el primer año de vida. Sobrevivieron 4 hijos a los que sobreprotegía de forma obsesiva en un intento de librarlos de la maldición.
No obstante, no pudo hacerle frente al abandono que marcaría constantemente tu vida y, cuando llamaron a uno de sus hijos a luchar por el ejército italiano en la segunda guerra mundial pareció desencadenarse su instinto asesino. Entró entonces en una crisis perturbadora, convencida de que la maldición de su madre la acecharía hasta perder todo lo que le importaba. Cianciulli se rompió mentalmente y sin remedio y decidió librarse de su mal de ojo de una forma terrible. La clave: el sacrificio.
PASTELES CON SORPRESA A LA HORA DEL TÉ
A partir de entonces serían 4 los rasgos psicopáticos que definirían el modus operandi de nuestra protagonista:
1. Por un lado, pese a ser una persona con un carácter marcadamente antisocial, conseguía involucrarse con facilidad entre la sociedad e incluso llegar a ser un miembro destacado. Leonarda era una mujer querida en la comunidad, amable, altruista, siempre dispuesta a ayudar y consejera de amigas más desorientadas. Era una loba con piel de cordera.
2. Otro rasgo evidente era su tendencia al engaño. Atraía a sus víctimas hasta su casa y se ofrecía a resolver sus problemas de trabajo, amores o envejecimiento previo pago de una considerable suma de dinero. La asesina lo tenía todo calculado y actuaba con premeditación. Las visitas a su casa eran un secreto y obligaba a sus víctimas a redactar una carta informando a los familiares de que habían emprendido un cambio de vida fuera de Correggio.
3. Una vez dentro, y sin mostrar ningún tipo de remordimiento ni empatía, les invitaba a beber un vino cargado de somníferos mientras esperaba fríamente a que estuvieran dormidas para asesinarlas de un hachazo. Después descuartizaba el cuerpo, lo desangraba y utilizaba cada parte para la fabricación de dulces y jabones.
4. La guinda del sadismo la ponía invitando a sus vecinas a tomar el té y degustar sus pasteles artesanales. Incapaz de distinguir entre el bien y el mal vendía los jabones obtenidos en barra por toda la localidad.
PILLADA CON LAS MANOS EN LA MASA
A la asesina, más tarde llamada la jabonera de Correggio, solo le dio tiempo a asesinar a 3 mujeres entre 1939 y 1940. La cuñada de la última víctima informó a la policía de su visita a la casa de Leonarda y, cuando los agentes llegaron a su domicilio, encontraron las evidencias de sus crímenes (instrumental hoy expuesto en el Museo Criminológico de Roma).
En 1946 Leonarda Cianciulli fue condenada a 30 años de prisión y a 3 años de internamiento en un asilo para enfermos mentales, donde moriría de una apoplejía cerebral. Al parecer se cumplió la profecía que tanto la perturbaba.
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