Edmund Kemper III, nació en Burbank, California en 1948, siendo un chico sumamente alto desde muy temprana edad, el cual desde muy joven presentó comportamientos psicopáticos, entre los que destacaban la tortura y asesinato de animales, así como representaciones sexuales y violentas con las muñecas de sus hermanas.
Debido a estos comportamientos y aunado a los problemas de su madre (quien siempre hacía menos al padre del chico por no tener estudios y después se separo de él), lo encerraba en el sótano de su casa, pues decía que podía abusar de sus hermanas, situación que daño severamente al niño de tan sólo 8 años de edad y no comprendía bien de qué se le acusaba.
Lo alimentaba con cabezas de pescado, lo hacía menos y con el paso del tiempo, Ed se fue convirtiendo en un joven callado y lleno de resentimiento hacia su madre, quien era bipolar, conflictiva y manipuladora.
Si algo caracterizaba a Kemper (aparte de su estatura y peso, pues llegó a medir 2.06 metros en su plena adultez), era su enorme inteligencia.
Ya con 12 años de edad, Kemper se presentó por la noche en la casa de su maestra (de la cual estaba enamorado), la esperó a fuera con una bayoneta y fantaseó con asesinarla y llevarla a su casa para hacer el amor.
No fue hasta la edad de 15 años, cuando en 1964 cometería sus primeros crimines. Edmund vivía en aquel entonces en la casa de sus abuelos, donde su abuela lo trataba como lo hacia su madre.
Un día, Ed se disponía a salir a cazar conejos, tomó un rifle calibre 22 y le dijo a su abuela, quien le advirtió que no disparará a los pájaros, por alguna razón, este comentario hizo estallar al chico, quien regresó a la casa tras dar unos cuantos pasos, apuntó a través de la venta y disparó a su abuela, rematándola con tres tiros más a quemarropa y algunas puñaladas.
Esperó a que su abuelo regresará a casa y le disparó en la cabeza matándolo en el acto, posteriormente, Kemper le llamó a su madre para decirle que sus abuelos habían muerto, su madre, quien levantó sospechas, le ordenó que llamará a la policía. Ed, llamó y con frialdad confesó los crímenes.
Cuando se le cuestionó el por qué de sus actos, el chico respondió: “quería saber qué se sentía matar a mis abuelos”.
Tras un juicio que dictó que se trataba de un enfermo mental, fue internado en el Hospital Estatal de Atascadero, donde demostró ser un chico modelo con un CI de 146.
Allí, Kemper se ganó la confianza de los doctores y enfermeros, logrando tener acceso a las carpetas de exámenes de otros internos, memorizando las respuestas correctas y logrando así que su psicólogo y doctor lo dieran de alta (algo que profesionales habían desaconsejado), yéndose a vivir con su madre en Santa Cruz, California.
“El Ogro de Santa Cruz”
Con 21 año de edad, 2.05 metros de estatura y pesando 136 kg, Ed era mucho más grande e intimidante que antes, ahora sabía lo que era matar, era más listo, había intercambiado información con otros psicópatas y degenerados.
A pesar de que varios psiquiatras y doctores aconsejaron encarecidamente que Kemper no fuera a vivir con su madre (quien se había divorciado por tercera vez), este lo hizo, pasando por diversos trabajos.
En aquello años, la revolución hippie se encontraba en apogeo, misma con la cual no Ed no se sentía identificado.
Sin embargo, había algo que realmente lo cautivaba, pues el hecho de que cientos de jóvenes despreocupadas, pedían aventón en medio de la carretera.
De igual manera, Kemper llegó a trabajar en el centro de obras publicas de la ciudad y frecuentaba un bar de policías, donde era conocido por su estatura y su humor negro.
Él se quería ver así mismo como un policía, incluso aplicó para entrar al departamento, pero su estatura le jugó una mala pasada y fue rechazado.
Por ese entonces, sus fantasías eran cada vez mayores, y mientras miraba a las chicas pidiendo autostop, comenzó a imaginarse como sería raptarlas y asesinarlas.
Con esto en mente, paso varios meses recogiendo a chicas jóvenes, que regularmente iba a la universidad o colegios, desarrollando un personaje que se ganará la confianza de las chicas, su plan estaba en marcha.
Asesinatos en serie
Entre el 7 de mayo de 1972 y el 21 de abril de 1973, Ed Kemper asesino, decapitó y violó los cadáveres de 8 jóvenes en las autopistas de Santa Cruz, todas ellas estudiantes.
Se sabe que Kemper, recogía a jóvenes que hacían autoestop y tras asesinar de manera descuidada a sus dos primeras víctimas, mejoró sus modus operandi, llevando una pistola consigo y asegurando que se quitaría la vida y sólo quería charlar con alguien más.
Llevaba a las víctimas a lugares apartados, modificó los seguros de su auto para que estos no pudieran quitarse por dentro del lado del copiloto, y después las estrangulaba, apuñalaba, cortaba sus cabezas y abusaba de los cuerpos.
También confesó que después desmembraba los cuerpos, quedándose algunas cabezas como trofeos o quitándole los dientes para que no fueran reconocidas y tirando el resto en barrancos o enterrándolos en zonas alejadas.
Según declaraciones del propio asesino a la policía, durante ese año, Ed se horrorizaba de lo que estaba haciendo, por lo que se refugió en la bebida, pues aseguraba, que sólo estando ebrio dejaba de pensar en querer matar.
Además, seguía frecuentando el bar de policías, donde monitoreaba la situación y qué tanto sabían sobre sus crímenes, dándose cuenta que no tenían ni la más remota idea de su rastro o de quién podría ser el culpable, mismo que se reía y tomaba casi todas las noches con ellos.
El apodado “asesino de colegialas” realizó actos necrófilos y canibalismo con sus víctimas, dada su corpulencia y fuerza, cuando alguna de estas se subía al coche, estaba perdida.
De hecho, Kemper nunca fue descubierto, sino más bien, él fue quien se delató a las autoridades en 1973. Cansado de la vida que ahora llevaba, el estrés lo consumía y la sed de sangre era cada vez más complicada de soportar.
Kemper, asesinó a su madre en abril de 1973, golpeándola con un martillo de zapatero repetidamente en la cabeza, después decapitó el cadáver, abusó sexualmente de la cabeza y arrojó las cuerdas vocales al triturador de basura. Durmió durante cuatro noches al lado del cadáver.
Posteriormente, llamó a una de las amigas de su madre, la invitó a comer y la estranguló, dejó una carta a las autoridades y se fue rumbo al este.
Durante este tiempo se dio cuenta que nadie se había enterado sobre ese último crimen, así que desilusionado llamó a la policía y confesó que él era el asesino que tenía en vilo a toda California, pero no le creyeron, pensando que era una de sus bromas.
Fue un policía que no estaba relacionado con él quien no se tomó la confesión tan divertida y fue averiguar sobre los hechos, encontrando la escena del crimen.
Kemper fue enjuiciado por un total de 8 asesinatos a sangre fría y alegó demencia, misma que fue revocada, dictando cadena perpetua, pues la pena de muerte se encontraba suspendida en Estados Unidos en ese momento y desde entonces cumple condena en la Prisión Estatal de Vacaville.
Años más tarde, Ed dejaría una de sus frases que más han dado para estudiar, “cuando las mataba, no me podían rechazar como hombre. Es, más o menos, como producir una muñeca de un ser humano… y llevar a cabo mis fantasías con esa muñeca. Una muñeca humana. Con una chica, con su cuerpo, incluso sin la cabeza. Sin la cabeza, obviamente, la personalidad desaparece”.
“Cuando veo una mujer bonita en la calle, un lado de mí dice: ‘que chica tan atractiva… me gustaría hablar con ella, salir con ella’, pero otra parte de mí se pregunta cómo se vería su cabeza clavada en una estaca”.
Comentarios
Publicar un comentario